La ONG asegura que la cantidad de peces enjaulados y la cercanía entre los centros del cultivo, producen efectos dañinos a la ingesta humana como la aparición y propagación de enfermedades y parásitos.
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En el reporte Chile Saludable, publicado el 2016, se establece que el consumo per cápita anual de pescados y mariscos en en el país llega a poco más de 13 kilos, muy lejos de los 22 kilos de los peruanos o los 42 de los españoles.
No obstante, la proyección gubernamental-a través del plan llamado Del Mar a mi Mesa-, es que el consumo nacional se ubique en los 20 kilos anuales para el año 2027.
Asimismo, y de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016-2017, apenas el 9,2% de los chilenos cumple con la recomendación de consumir pescado al menos dos veces a la semana. De hecho, la cifra representa un retroceso respecto de la muestra ENS 2009-2010, en que llegó a 10,7%.
En la investigación, señalan que los pescados preferidos de los chilenos son la reineta, el atún, la merluza, el jurel y el salmón.
A propósito de este listado de preferencias, Greenpeace, recordó el impacto que ha tenido el desarrollo de la industria salmonera en Chile: fugas masivas de peces (con las implicancias que significa la introducción de especies exóticas al ambiente natural), abuso de antibióticos y otras sustancias químicas, acumulación de residuos sólidos y líquidos en el fondo marino, y los desechos industriales que las empresas han dejado en los fiordos, como jaulas abandonadas, plásticos, boyas, cabos y otros.
"Muchos consumidores no saben que los salmones son especies exóticas y que conviven de manera artificial en nuestros mares. Y por eso es que los escapes, que pueden llegar a ser de cientos de miles, generan impactos medioambientales tan severos. Y esto tiene que ver con que los salmones entran en competencia con peces nativos por alimentos y por el dominio del hábitat, lo que finalmente se traduce en serias afectaciones a la biodiversidad", dice Estefanía González, coordinadora del área de océanos en Greenpeace.
Desde la ONG aseguran que la cantidad de peces enjaulados y la cercanía entre los centros del cultivo, producen efectos dañinos a la ingesta humana como la aparición y propagación de enfermedades y parásitos. Esto obliga a las empresas a utilizar masivamente antibióticos y desparasitantes, que también son nocivos.
Según la ONG Océana algunas empresas salmoneras en Chile han llegado a usar 950 gramos de antibióticos por tonelada del pescado, mientras que la industria bovina-a nivel mundial-usa en promedio 45 gramos de antibióticos al año por tonelada producida.
Greenpeace recuerda que las empresas han tratado de "evitar entregar las cifras", advirtiendo que serían elementos "estratégicos" del negocio, con largo alcance internacional.
"Las exportaciones del salmón chileno alcanzaron más de 5.000 millones de dólares el 2018. Es una cifra récord, pero una cuestión muy distinta es la imagen internacional y de responsabilidad medioambiental que hoy tiene la industria, la cual se ha ido deteriorando de manera progresiva. Todo, coronado con el intento que hoy llevan adelante para instalarse en el Beagle, transformando la salmonicultura en una amenaza de carácter binacional para la Patagonia de Chile y Argentina. Hay que considerar las críticas que enfrentaron hace unos días los reyes de Noruega en este lobby para expandir la industria en las puertas de la Antártida, situación que ha movilizado y generado amplio rechazo ciudadano en la zona de Puerto Williams", concluyó Gonzalez.
PURANOTICIA
