EEUU y China, los modelos que se imponen en el mundo

Según el libro "Gobernanza inteligente para el siglo XXI"

Domingo 24 de marzo de 2013 a las 13:32 horas


Internacional

La mayoría de los países de Occidente parece coincidir en que la democracia es la mejor forma de gobierno posible. Sin embargo, a medida que pasan los años y los modelos democráticos se afianzan, no se logran resolver determinadas problemáticas de la sociedad.

 

En el libro Gobernanza Inteligente para el Siglo XXI, de Ediciones Prisa, los autores Nicolas Berggruen, fundador del Instituto de igual nombre, y Nathan Gardels, director de New Perspectives Quarterly y del Global Viewpoint Network de Los Angeles Times Syndicate/Tribune Media, analizan los desafíos de la gobernanza mundial.

 

De esta forma, contraponen los dos modelos que se imponen a nivel internacional, el del hegemónico Estados Unidos  y el de China, un país que experimenta un crecimiento económico astronómico prescindiendo de la democracia.

 

-¿Con qué objetivo decidieron escribir Gobernanza Inteligente para el Siglo XXI?

 

Nathan Gardels: En 30 años, cientos de miles de personas abandonaron la pobreza en China, que tiene la mayor red de trenes de alta velocidad y las ciudades más grandes. Mientras que China avanzó, EEUU retrocedió. A pesar de ser la cuna de Apple, Google o Facebook, tenemos montañas de deudas, escuelas de bajo nivel y nuestra infraestructura es vergonzosa si la comparamos con China. No es que China no tenga debilidades, o que EEUU no tenga fortalezas. Pero como la gobernanza es determinante en si avanzamos o retrocedemos como sociedad, decidimos hacer este libro.

 

-¿Cómo definirían la “gobernanza inteligente” que proponen?

 

Nathan Gardels: La gobernanza inteligente no es un modelo, sino que es un estado de equilibrio entre el corto plazo y el largo plazo, entre las libertades individuales y las capacidades institucionales del gobierno. La mayoría de los Estados y de los gobiernos están en una condición de desequilibrio.  La gobernanza inteligente tiene que ver con cómo llegar a ese equilibrio, teniendo en cuenta que todos los países tienen distintos puntos de partidas, distintos pasado, y que existen distintos caminos que se pueden tomar.

 

 

-En el libro se contraponen los dos modelos, el de democracia representativa en EEUU y el del “mandarinato meritocrático” en China, ¿cómo se puede alcanzar el equilibrio teniendo en cuenta estos dos países?

 

NG: China es un país fuerte en crear consensos, tener una unidad de objetivos e implementar a largo plazo las políticas, pero es débil la capacidad de rendir cuentas y en la responsabilidad con los ciudadanos, y por lo tanto se está volviendo cada vez más cerrada y corrupta. Está en desequilibrio. Por su parte, Estados Unidos está en una condición de desequilibrio en otro sentido. Pasó de ser una democracia industrial a una de consumo, en la que prima el corto plazo y conduce el comportamiento hacia la gratificación inmediata, tanto los mercados, como la política y los medios de comunicación. Es una cultura de “Coca Light”, queremos la dulzura sin caloría, consumir sin ahorrar y una estructura de salud y de educación sin pagar impuestos. Necesita lograr más consensos y tener una visión a largo plazo. En ese sentido, China puede aprender de EEUU y EEUU, de China. 

 

Nicolas Berggruen: Pero no hay un modelo ideal que se adapte a todo, cada modelo debe reflejar la historia y la cultura de su país. No podemos imponer el mismo modelo de EEUU en China, ni al revés. Se pueden tomar determinadas ideas de ambos.

 

-¿Por qué sucede este desequilibrio?

 

NB: Como el sistema de Occidente está basado en elecciones, queda en gran medida sujeto a las retroalimentaciones diarias de la sociedad y de los medios, hay una enorme presión de corto plazo. Por ende, la dirigencia política se centra cada vez más en los elementos de corto plazo y por lo tanto, si bien tenemos un entorno muy dinámico en las necesidades inmediatas, no se concentra en las de largo plazo. En cambio, el modelo oriental es prácticamente lo opuesto. Le falta de transparencia, de rendición de cuentas y de contrapesos, pero tiene la capacidad de construir consensos y aportar soluciones a largo plazo. Tenemos buenos y malos aspectos en ambos lados. Lo que proponemos es tomar los mejores componentes de cada uno.

 

-En el texto, sugieren que EEUU se debería “despolitizar”, ¿a qué se refieren?

 

NB: En EEUU, como en otros países de democracias liberales, las grandes luchas por el poder son las elecciones populares. Pero lo que ocurre es que los partidos crean perdedores y ganadores. Y a diferencia de trabajar juntos en el largo plazo una vez que ha terminado una elección y se ha elegido a un ganador, se ocupan de atacarse. Es necesario tomar determinadas cuestiones y hacerlas menos políticas. Hacen muy difícil construir consensos. Se debería realizar revisión del sistema bipartidista.

 

 

-Retomando esta contraposición de modelos entre EEUU y China, ¿en dónde quedan ubicados la Unión Europa y los países de América Latina?

 

NB: La Unión Europea refleja una seria crisis de gobernanza. Las distintas naciones deberán resignar más poder y más soberanía hacia el centro para que los gobiernos puedan funcionar. Tarde o temprano, los dirigentes van a tener que rendir cuentas para que la Unión no se desintegre. Europa no es lo suficientemente democrática, mientras que EEUU es demasiado democrático. Pero hay una gran diferencia entre la UE y los países por separado. A nivel individual, los países funcionan como democracias consumistas avanzadas.

 

Nathan Gardels: El peligro en América Latina, donde hay democracia con una clase media en ascenso gracias al boom de las exportaciones a China, es que el dinero se gasta en consumo a corto plazo, en lugar de invertir en el futuro. Acabamos de volver de Chile. Allí, por ejemplo, Ricardo Lagos ideó un plan para separar una parte de los ingresos del cobre para invertir en investigación y desarrollo, porque el cobre algún día se va a agotar. Lo mismo en Colombia, donde Juan Manuel Santos está invirtiendo en ampliar la banda ancha para crear una infraestructura para el futuro. En cambio, Hugo Chávez hizo muchas cosas para los pobres, pero no construyó para un futuro sustentable. Se genera lo que a menudo pasa en América Latina: inflación, instituciones débiles y préstamos extranjeros, en esta oportunidad, de China. Venezuela es un país rico gracias a los recursos petroleros, pero aún así tiene que pedirle dinero a China, entonces hay un desequilibrio.

 

-En su trabajo, aseguran que ya no existen las democracias industriales, sino que hoy en día se trata de democracias consumistas, ¿cómo las definirían?

 

NG: EEUU estaba en equilibrio en los años 50 y 60, teníamos una democracia industrial, en la que se ahorraba más que lo que se gastaba, se invertía en el futuro y se construía una red de seguridad. En una democracia consumista, todo está enfocado en el corto plazo. No se construye para el futuro, sino en consumir en el presente. Esa mentalidad cortoplacista socavó la capacidad a largo plazo de la economía estadounidense.

 

-Dado que eligieron a China y a EEUU, ¿consideran que el mundo en este momento es bipolar o que es multipolar, como han establecido algunos académicos luego de la crisis financiera en EEUU?

 

NG: Definitivamente, no es un mundo unipolar. Es post hegemónico y nadie tiene el control. Pero lo que hacen China y EEUU es darle forma al futuro del resto de los países. Es un mundo bipolar, pero la esperanza es lograr la convergencia de intereses, ya que hay una importante interdependencia entre Occidente y China. América vende soja a China, mientras que China también es acreedor de los países.

 

-¿Esto está vinculado con el concepto de “globalización 2.0” que proponen?

 

NG: Mientras que la globalización 1.0 fue encabezada por EEUU, la 2.0 está relacionada con la multipolaridad, con el ascenso de las economías emergentes como Brasil y China, que nivelan el terreno. Pero no se crea un mundo llano, porque esto genera divergencia política y cultural. Cuanto más fuerte es una economía, más agresiva es la sociedad. China se ha vuelto más nacionalista y ha vuelto a Confucio. Turquía es más otomana que antes. La globalización 2.0 supone interdependencia de identidades plurales.

 

Fuente: Infobae.com



Publicidad